jueves, 8 de marzo de 2012

Todo por un sueño

Erase una vez una joven compleja, de carácter afable y compasivo, gozaba de ayudar a su prójimo y a todos los seres vivos que la rodeaban. Pero también tenía su lado más oscuro, como todo el mundo sentía envidia, o celos, y era normal pues era un ser humano. Ella tenía un sueño, quería dedicar su vida a hacer algo importante, quería ser de la guardia real. Poder salvaguardar la vida y seguridad de todo aquel que lo necesitara. Entrenó duro, se esforzó y logró tener gran habilidad con los útiles de guerra. Y llegó el día en que juró defender la vida por encima de todo, lo había conseguido. Pertenecía al lugar donde debía estar.
 Y así comenzó su primera misión. Tendría que irse lejos y abandonar todo lo que conocía, pero no tenía miedo, sabía que podría hacerlo y que este acto la llenaría completamente.
Llegó a una tierra mísera, tanto en alimentos como en educación. Una tierra desolada por la guerra, las enfermedades y la hambruna. Su cometido era sencillo; llevar a un lugar seguro a un grupo de personas que se encontraban en zona peligrosa. Lo que no podía esperar, fue lo que sucedió en ese trayecto. Un niño de no más de 7 años apareció de repente asustando al pelotón.
Alguno de sus compañeros apuntaron al niño con su arma, ella inmediatamente grito:
-          - Deteneos sólo es un crio!
Pero no era “sólo” un crio. Cuando ella se acercó para ver si estaba bien y llevarlo con el resto de refugiados, el niño saco un cuchillo, se lo clavó en el cuello y salió corriendo, antes de que sus compañeros pudieran hacer nada. El niño resultó ser parte de una milicia a la que la guerra le venía muy bien para poder vender sus armas.
Y así de fácil. Una vida sesgada por la codicia del ser humano. Una vida que sólo quería el bien común, una vida que se hubiera entregado por cambiar la suerte de ese pobre niño que se vió obligado a matar. Sí, ella murió. Pero murió haciendo lo que sabía estaba destinada a hacer. Murió sabiendo que no habría cambiado nada de lo que había hecho hasta ese momento, pues no podía esconder su verdadera naturaleza tras la comodidad o la seguridad.
Es una pena que la maldad del mundo acabe tantas veces con la poca bondad que hay. Es una pena que se asesine al altruismo y la compasión por el vil y duro metal.